Ya lo había comentado antes, pero la cuestión volvía y volvía, así que esta edulcorada mini historia fue mi forma de reafirmarme en el concepto suke... Me había surgido varias (demasiadas) veces la discusión acerca de quién es el seme y quién es el uke... Sinceramente, creo que no importa. Desde mi punto de vista los dos son aptos para ambos roles y, personalmente, me gusta verlos cambiar. El sexo es posesión y entrega; me parece muy recomendable disfrutar ambas sensaciones.
Es por eso que no he especificado quien dice qué. Tan sólo he diferenciado los párrafos; los que van en negrita pertenecen a uno y los que van en cursiva al otro... Dejaré que quien lea decida cual pertenece a quien, ya que, para mí, son perfectamente intercambiables.
Un momento entre los dos
Acabamos de hacer el amor. Mi piel late aún
recordando la suavidad de tus caricias y el calor de tus besos, pero ya te echo
de menos. Giro y me incorporo para quedar sobre ti. Mi gesto te ha sorprendido
pero me sonríes. Te contemplo por unos instantes. Adorable. Irresistible. Me
parece un momento perfecto. No necesito nada más para ser feliz. No sé cuánto
tiempo me habré perdido en tu mirar pero imagino, viendo la interrogante
expresión de tu cara, que ha debido ser demasiado. Te respondo con una sonrisa.
Me aproximo hasta que casi puedo rozar tu nariz con la mía. Siento tu aliento y
el aroma que se desprende de tu cuerpo; una mezcla de tu olor y el mío. Enredas
tus dedos en mi pelo mientras me acerco a tu boca, pero no te beso; tan sólo me
permito una ligera presión. Mis labios entreabiertos se pasean por tu rostro.
Rozo tu barbilla y subo por tu mejilla, hasta la frente, donde aspiro el
perfume de tu cabello, y desciendo, de nuevo, por tu rostro. Me abro camino
entre tu espesa melena y jugueteo con el lóbulo de tu oreja. Disfruto de la
calidez de tu piel mientras vuelvo hasta tu boca. Ahora ya no puedo resistirme
a probar tus labios, que me buscan desesperados, y los atrapo entre los míos en
un beso feroz, ansioso…
En mi cuerpo perdura todavía tu presencia y
en mis oídos resuena aún la sinfonía de jadeos y gemidos que ambos componemos
cada vez que nuestros cuerpos enloquecen de placer. Sin que me lo espere estás
de nuevo encima de mí. Te recibo con una sonrisa, porque nada me gusta más que
sentirte tan cerca. Tus ojos están clavados en los míos. Me escrutas minuciosamente
con una insondable mirada que me llena de curiosidad. ¿Qué estarás pensando?
Creo que has adivinado mis pensamientos porque tus labios se curvan formando
una encantadora sonrisa y, en este instante, robado a la felicidad, me siento
invadido por una casi insoportable ternura. Te acercas. Tu respiración, cálida
y agitada, se entremezcla con la mía y compartimos el aire que se cuela entre
los dos. Estás tan cerca que casi puedo sentirte, pero cuando voy a besarte ya
no te encuentro. Te paseas por mi rostro
mimándome con dulzura y acrecentando mi deseo. Mis dedos caracolean entre los
mechones de tu pelo mientras tus labios trazan un sendero de fuego sobre mi
piel. Lentamente, vuelves a mi boca, que tanto te desea y, ahora sí, me besas.
Mi lengua busca la tuya y las dos se unen en una serie de besos encadenados.
Es increíble la excitación que siento, cómo
cada beso y caricia me provocan sensaciones nuevas. ¿Sentirás lo mismo que yo?
Me separo de tus labios y me recuesto sobre tu pecho. Me abrazas y me abandono
a los caprichos de tus manos, que recorren mi cuerpo. Siento como me acaricias,
suave, sin prisas… Cuando subes por mis costados apreso una de tus manos y la
llevo hasta mi mejilla, para acariciarme con ella y besarla, del derecho, del
revés… La temperatura de mi cuerpo sube poco a poco, atizada por el cosquilleo
de tus mimos en mi piel. Siento como mi virilidad empieza a endurecerse. Tú te
mueves y suspiras, sabedor de lo que me sucede. Me excitas…
Mi cuerpo vibra cada vez que te siento en mi
piel, como la primera vez que nos entregamos el uno al otro, deseosos. Se me
encabrita el corazón y siento el tuyo golpeando contra mi pecho, latiendo a la
par, confirmándome que sientes lo mismo que yo. Te recorro con mesura,
deleitándome con el tacto suave de tu piel y, cuando tomas mi mano entre las tuyas, para jugar con ella
a tu antojo, me estremezco sintiendo tu cálido tacto. Acerco mi cara a tu
cuello y lo voy besando, poco a poco. Siento la dureza de tu entrepierna. Sé
que te excito. Me acomodo y siento como mi sexo crece al contacto con tu piel.
Nos rozamos… Alzas la cabeza y me miras a los ojos. Ya no hay marcha atrás.
Mis manos bajan por tu pecho, acariciándote
sutilmente, al tiempo que mi lengua recorre tu cuello desatando leves espasmos
en tu cuerpo. Ya te siento arder bajo mi piel. Mientras te contemplo, siento
como el deseo se apodera de mí. Enlazo mis dedos con los tuyos y busco
acomodarme entre tus piernas. Deseo besarte y poseerte, por completo; sentir
que pierdo la vida dentro de ti, para luego recuperarla con más fuerza entre
tus brazos.
Te siento sobre mi cuerpo. Nuestras
respiraciones son cada vez más profundas. Tus piernas me invitan a separar las
mías para recibirte en mi interior. Mi cuerpo me pide a gritos sentirse tuyo.
Estamos ardiendo. Aprieto tus manos cuando siento como penetras dentro de mí.
Quiero que me beses, que no pares, que me vuelvas loco de placer, una vez más.
De nuevo estamos juntos, disfrutando de
nuestra unión. Gemidos ahogados escapan de nuestros labios mientras penetro en
ti una y otra vez. Te retuerces debajo de mí mientras mis manos recorren tu
cuerpo, empapado de tu sudor y el mío. No sé cuánto tiempo podremos permanecer
así, pero nunca es suficiente.
Tú sigues tu andadura en mi interior,
acariciando con suavidad y desenfreno. Me remuevo entre las sábanas y me quedo
sin respiración por un segundo. El placer fluye por cada célula de mi ser y me
entrego por completo a él. Sólo quiero sentirte y que nunca te alejes de mí,
porque cada vez que te tengo mi necesidad aumenta, porque el deseo nunca se
acaba.
FIN
No hay comentarios:
Publicar un comentario