Estos drabblecitos ya tienen algún tiempo, en su momento los publiqué como una mini recopilación de ideas que había descartado como parte de algún fic o que no llegué a desarrollar.
Hace algún tiempo ya publiqué aquí uno que originalmente formaba parte de esta recopilación, Mint Chocolate, ahora traigo los otros.
Miradas
Duelo
silencioso. Combate de miradas sobre blanco y esponjoso campo de batalla. Iris
zafiro contra iris turquesa.
Apretó
los labios. No quería hacerlo. Esta vez no perdería. Se mordió las mejillas por
dentro pero no consiguió evitarlo. Era como si dos hilos invisibles tirasen
hacia arriba de las comisuras de sus labios para obligarlo a sonreír.
-¡Ash!
¿Por qué nunca puedo ganar? –preguntó fingiendo un enfado que no sentía. No le
importaba perder contra él una y otra vez. No. Así no.
Camus
acarició con el dorso de su dedo índice la mejilla de Milo pero no dijo nada.
En ese momento sólo le importaba el rostro dorado y cálido de su compañero; su
pelo largo y ondulado; sus ojos azules y vivos, cautivadores; su boca
sonrosada… Milo era hermoso pero en esas ocasiones de calmada y cómplice
intimidad le parecía especialmente encantador.
-Me
gusta mirarte –confesó sin más-. Siempre descubro algo nuevo de ti… -explicó-.
Una veta verdosa en el azul de tus ojos, otro bucle rebelde –sonrió al tiempo
que enredaba en su dedo uno de los rizos del escorpiano-, una nueva y casi
imperceptible expresión en tu cara…
Milo
se acercó y lo besó. Sus labios se juntaron con un sonido húmedo y sus lenguas
rompieron la tregua que sus ojos habían pactado. Cuando se separaron de ese
beso se quedaron mirándose por un largo rato hasta que Milo se incorporó y se
sentó sobre el cuerpo del acuariano.
-¿Sabes
Camus? –preguntó con pícara expresión-. Hay otras partes de mí… -su voz se
apagó momentáneamente mientras la camiseta que lo cubría salía por su cabeza-…
que también merecen un buen vistazo.
FIN
Peluche
Siguió
con la mirada los pasos descalzos de Camus sobre la madera.
-¿Ya
se han dormido? –preguntó en un susurro.
-Sí.
Al fin –contestó en el mismo tono.
Milo
levantó las mantas y Camus se acomodó en el hueco que el griego le ofrecía
junto a su cuerpo. Alargó el brazo para apagar la tenue luz de la lamparita
sobre su mesilla y tiró del edredón para cubrirlos a los dos de nuevo.
Los
brazos de Milo lo abrazaron por la espalda y se apretó contra él. En seguida se
sintió invadido por una cálida marejada de afecto; envuelto en esa conocida
sensación de bienestar que sólo encontraba estando a su lado. Reclinó la cabeza
sobre el pecho del griego que le pasó un brazo sobre el hombro y le acarició el
cuello con lentitud. Así permanecieron por un tiempo hasta que se volvió en la
oscuridad y lo miró. Los ojos de Milo brillaban, traviesos y mimosos.
-Buenas
noches, Milo –musitó sobre los labios del griego.
-Buenas
noches, Camus –le deseó también.
Milo
acurrucó su pecho contra la espalda de Camus y su mano descendió por el cuello,
los hombros y el costado del francés hasta perderse bajo la vieja camiseta de
algodón que el acuariano vestía para abrazarlo y acariciar su piel, tibia y suave.
-Milo…
-no podían. No con los críos durmiendo en la habitación contigua.
-Sólo
quiero tocarte –lo cortó. Sabía lo que Camus iba a decir-. Es que si no…, no
podré dormir –argumentó. Camus lo miró por encima del hombro y continuó-. Creo
que soy como uno de esos niños pequeños que necesitan abrazar un muñeco para
conciliar el sueño –dijo con voz melosa-. Piensa que eres mi peluche, Camus.
FIN
Nada tan dulce
-¿Qué
es eso que te tiene tan entretenido? –preguntó Milo ya algo impaciente-. Llevo
aquí diez minutos y ni te has enterado.
-Hola
Milo –saludó distraído. Giró la cabeza hacia donde había escuchado la voz de su
compañero-. Perdona, no te oí llegar.
-Eso
mismo te acabo de decir –reclamó acercándose a la butaca donde el otro estaba
sentado. Apoyó los codos en el respaldo y miró, por encima del hombro de Camus,
aquello que lo privaba de la atención del acuariano. El francés había vuelto a
perderse en sus cavilaciones-. ¿Me vas a decir qué es?
-En
realidad nada –respondió-. Sólo pensaba en el mejor modo de explicarles a los
muchachos ciertos conceptos de física. ¿Te interesa? –preguntó buscando la
mirada del escorpiano. Sus narices quedaron tan cerca que podían sentir la
respiración del otro en el rostro.
Mmm…
Cambiando de tema… Hueles dulce –comentó un sonriente Milo. Había percibido un
olor dulzón escapándose de entre los labios de Camus.
-Son
las cerezas –explicó, señalando un cuenco, sobre la mesita frente a él, donde
aún quedaban unas cuantas de las mencionadas frutas-. ¿Quieres una? Saben muy dulces.
Milo
sonrió y sujetó el rostro de Camus por la barbilla con una de sus manos para
obligarlo a que lo mirara de nuevo, ya que mientras hablaba se había vuelto a observar
lo que señalaba.
-No
hace falta –dijo, y juntó sus labios en un breve pero intenso beso-. Nada sabe
tan dulce como tu boca.
FIN
Aprovecho para publicar también algunos dibujitos (no me atrevo a llamarlos arts) que he ido haciendo. Creo recordar que ya lo comenté en alguna otra ocasión, pero lo repito. Soy incapaz de dibujar sin tener delante un modelo para guiarme. Estos son chibis inspirados en las imágenes de unos llaveros que estoy intentando conseguir :3
Mini Aurora Execution
Mini Scarlet Needle