lunes, 23 de julio de 2012

Una lagrimita...

Aprovechando que últimamente ando de un humor estupendo; supongo que debido a que por fin el verano se ha dignado a llegar (a ver cuánto nos dura) voy a publicar este drabblecito lloroso. Me cuestan las historias tristes; por el momento esta es la más lacrimosa que he logrado escribir...


Entre mis brazos

              Me levanté de un salto. No sabía que fueses a venir. Faltaban meses para tu próxima visita pero estaba seguro de que lo que sentía era tu Cosmos, acercándose. Lo percibía débilmente, sin fuerza, pero no lo pensé más y corrí hacia la entrada del Templo, tan sólo deseando verte cruzar el umbral de mi puerta y tenerte entre mis brazos.
                Estaba a punto de dar gracias a los dioses pero entonces te vi…. Tus ojos llorosos, tu aspecto abatido, tu lánguida figura envuelta de luz de luna…
                Camus… susurré. Tú avanzaste hacia mí y hundiste la cara en mi pecho.             
                Cuando pude tragar el nudo que se me había formado en la garganta te pregunté qué había pasado. Me miraste. Tus preciosos ojos parecían los de un niño dolido.
                 Isaak ha muerto, dijiste.
                Yo sólo pude mirarte, sin saber qué decir. Entre palabras entrecortadas me contaste lo sucedido. Se me rompía el alma viendo tu mirada perdida y las lágrimas que se escapaban, furtivas, de tus ojos para, rodando por tus mejillas, ir a acumularse en las comisuras de tus labios y en la punta de tu perfilada nariz. Mis manos se empeñaban en limpiarlas, una tras otra, pero era una batalla perdida. Luego, lo inevitable. El dolor te venció y la voz se te ahogó en la garganta. Agachaste la cabeza y pude notar todo tu cuerpo estremecerse por el llanto. Aquello fue demasiado para mí. Era la primera vez que te veía así y no podía soportarlo. Tampoco sabía qué hacer. Me dolía verte tan abatido. Te abracé más fuerte y esperé a que el llanto aliviara tu sufrimiento. Apoyaste la cabeza sobre mi hombro mientras tratabas de sofocar los sollozos que te sacudían entero.
                Esos críos…  Sé bien el cariño que les tienes…
                Cuando al fin te calmaste, sujeté con mi dedo índice tu barbilla para hacer que me miraras a los ojos. Acaricié tu rostro con dulzura y en tus mejillas probé el sabor salado de tus lágrimas. Me dejé llevar por el corazón. Besé tiernamente tu frente y te atraje hacia mí, queriendo reconfortar tu alma.
                Aquí te tengo aún, dormido sobre mi pecho. Continúo velando tu sueño mientras acaricio tu cabello y pienso qué pasara mañana, cuando despiertes; aunque, en realidad, lo único que me importa es saber que te tengo conmigo, al abrigo de mis brazos, donde nada malo podría pasarte si, por fin, decidieras quedarte.


FIN


No hay comentarios:

Publicar un comentario